Comenzando

¡Hola! Soy Paula. Hace más de veinte años que convivo con estos "vaivenes". Creo este blog con la idea de compartir experiencias y testimonios entre pares, a su vez intento que este espacio tenga un fin informativo. Podés leer sobre mí en las entradas de febrero, allí detallo mis estados y la influencia de esta problemática en los vínculos interpersonales, en la estabilidad laboral; hablo de mis estados mixtos, de mis conductas bulímicas y anoréxicas y de cómo siento que todo me cuesta el doble que a los demás. Gracias por entrar.

martes, 8 de marzo de 2011

Mi situación "hoy" relatada en tercera persona como ejercicio de un Taller Literario

MANCHA  SOLAR Netart / Arte digital
Estuvo años sin llamar con propiedad a su cruz. No es sencillo asumir que se lleva un rótulo, una palabra que identifica la esfera más íntima. Bipolar.
Padece este trastorno desde hace más de veinte años. Pasó por ocho depresiones que la tumbaron, literalmente, meses. Luego de cada episodio una mejora lenta, una débil estabilidad y la explosión hipomaníaca que la lleva a excesos.
Durante ese extremo habla demasiado, pendiente de encontrar a quienes considera interlocutores válidos. En el mismo día se instala a tomar una lágrima doble - ¿acaso una ironía?- en un bar de mañana y en otro de tarde, acompañada por libros y su netbook. Visita amigas, familiares y Frida, una  dachsund  negra , es su copiloto. Suele apagar la luz de su mesa de noche agotada, cansada pero contenta.
Las mañanas contiguas a esos días trajinados son todo un tema. Amanece tarde, lentamente, con incomodidad. Enseguida aparecen los equivalentes somáticos de esa angustia tan conocida y que la invade con excesiva frecuencia. Y siente calor en su pecho, calor con cierta opresión mientras que su garganta, de a ratos, la ahoga.
El decaimiento la paraliza y la aísla a pesar de su pareja cómplice, sus amigas queridas y su férrea familia. Necesita permanecer en cama, sin luz. Tampoco tolera estímulos: no lee ni escucha música. Ella dice que necesita “hundirse en la nada”. Es todo lo que puede.
Su mente está en blanco. Son estados depresivos que duran horas o días y marcan el inicio del terrible ciclo que la signa. Tristeza, repliegue, retiro. Breve equilibrio.  Aceleramiento que la eleva y, como suele decir, “la conecta con la vida”, siempre a un alto costo. 
La última vez que la visitó “el monstruo negro” decidió leer sobre el trastorno bipolar. En su biblioteca había apilado tres libros alusivos.
El primer ejemplar, testimonio de una exitosa abogada norteamericana maníaco depresiva le devolvió una imagen especular. Con pesar supo que la protagonista terminó abandonando el ejercicio de su profesión en pos de evitar picos de estrés, tan ligado con la manía.
La entusiasmó el segundo título: “Una mente inquieta”, autobiografía de una psicóloga bipolar estadounidense, que hoy es una autoridad mundial en el abordaje de esa patología. Su conclusión la sorprendió. La especialista termina su obra contando que si volviera a nacer elegiría la bipolaridad porque a ella le debía la intensidad y la riqueza de los matices de su vida. Se sintió plenamente identificada. Mezcla de serenidad, paz;  motivación y estímulo.
El último texto fue el moño colorado. Otro colega,  esta vez coterráneo, escribía de forma muy precisa desde su saber académico, intercalando experiencias personales como paciente maníacodepresivo. El autor sostiene que gran parte del sustento de la bipolaridad tiene que ver con la potencialidad no desarrollada, expresamente con la creatividad no desplegada.  
Se sintió liviana y etérea. Decidió “ponerse en marcha”. Se conectó con el coordinador del taller literario, llamó a la profesora de net art. Y hoy crea subjetividades, proyecta sentires, plasmándolos en escritos delatores y composiciones abstractas. Siente que se aleja lentamente de los grises. Vislumbra colores. Aunque le bastan el colorado y el amarillo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario